¿Es posible para el fotógrafo, conocer la naturaleza última de la realidad que observa y captura en una imagen?
Partiendo de la premisa que cualquier objeto del mundo queda alterado por la presencia de un sujeto que lo mire, en principio, la respuesta sería que no. No obstante, formalicemos el pacto de ficción y supongamos que disponemos de un dispositivo que permite el retrato de unos objetos ajenos a toda mirada, por ejemplo, de una cámara estenopeica, que opera con exposiciones muy largas. ¿Qué resultados obtendríamos? ¿Serían la verdadera muestra de los objetos en su esencia?
Para comprobarlo, os proponemos que os dejéis llevar por las imágenes que veréis a continuación. Todas ellas, resultado de este hipotético experimento, pretenden ser la evidencia sensible de una serie de ejemplares, expresándose como elementos radicalmente libres.
Si sois de carácter escéptico y la razón no os falla, tildaréis las fotografías de inverosímiles. Si vuestras creencias se fundamentan únicamente en percepciones sensibles, las daréis por buenas. Si creéis en fenómenos trascendentes, tenderéis a atribuirlas a un milagro. Si nos os convence lo que veis, pero os apetece jugar, os autoengañaréis para no perder la ilusión. Si creéis en el talante azaroso de la naturaleza, posiblemente las toméis como la excepción que confirma la regla… Pero en el espíritu independiente del objeto fotográfico, siempre constituirán una brecha abierta a todos aquellos mundos que luchan por ser imaginados: un homenaje a todos aquellos artefactos que, por inexistentes e imposibles, asociamos a fuerzas esotéricas y mágicas, o bien, al terreno de los sueños.
Texto: Víctor Vilamajó
Más información sobre Víctor Vilamajó
Sección: 26 Domingos de Fotografía SCAN
No hay comentarios :
Publicar un comentario