19 oct 2012

Omnia Vanitas de Viveka Goyanes en el Da2

   VanItas, vanitatum et omnia vanitas Eclesiastés 1:2. 

[…]Todo lo que es hermoso tiene su instante, y pasa.
Importa como eterno gozar de nuestro instante.
Yo no te envidio, Dios; déjame a solas
Con mis obras humanas que no duran:
El afán de llenar lo que es efímero
De eternidad, vale tu omnipotencia. […]
Las ruinas, Luis Cernuda.


Hasta el 27 de enero se puede disfrutar en la sala 8 del Da2 (Salamanca) de la muestra Omnia Vanitas, con obras de Viveka Goyanes y comisariada por Patricia Martín Lorenzo. 


La trayectoria artística de Viveka Goyanes se caracteriza por su peculiar mirada al pasado, aunque a priori su trabajo pueda estar más orientado al mundo de la indumentaria -Viveka tiene su propia firma de moda “Amoelbarroco”-, lo cierto es que su planteamiento se mueve en un ámbito más complejo al considerar la construcción de la imagen corporal, un modo de expresión artística. De ahí que su campo de acción traspase las líneas de la moda para extenderse al de la fotografía, la escenografía y el vídeo.

La comisaria de la muestra, Patricia Martín Lorenzo ha escogido una trentena de obras donde las ideas de vanitas, tempus fugit y memento mori son una constante, remarcada además porque en las obras siempre vemos a la propia Viveka, su imagen temporal y decadente que se recupera del pasado a través de la fotografía o el vídeo. 


De las tres ideas, quizás la más presente en la muestra sea la vanidad, como principio motor de la moda y a la vez como concepto recuperado de la tradición histórica -vanitas vanitatum et omnia vanitas- que nos recuerda la fugacidad de los bienes mundanos y de la belleza misma.

Los diseños que viste recogen ecos historicistas que van desde el Barroco hasta los años veinte del siglo pasado, pasando por el decadentismo y el orientalismo. Ecos que se solapan, reinterpretados, a tendencias urbanas más recientes como los teddy boys de los años cincuenta, el punk de los setenta y el gótico de los ochenta. Remiten además, a toda una mitología propia en la que se aglutinan elementos tan dispares como el cómic, el mundo circense o la piratería y en la que el común denominador siempre es la extrañeza, el exotismo de lo inusual, por un lado, y por otro lo siniestro como algo inherente a lo cotidiano, que se cuela en forma de guiños kitsch o macabros, siempre con una estética moderada y muy cuidada.



En cuanto a construcción de la imagen y uso del cuerpo como proyección de un personaje remite a personalidades que van desde Oscar Wilde o la marquesa Casati hasta el controvertido Leigh Bowery. Es precisamente en sus representaciones visuales donde reconocemos la huella de fotógrafos como Sara Moon, Deborah Turbeville y Erwin Olaf, o pintores como Ray Caesar.

Tanto en las imágenes más neutrales como en las que se juega con un escenario más teatralizado siempre se implantan elementos que inducen a la sorpresa, a lo inesperado o lo extraño.


La muestra se cierra con la instalación “La esencia del tiempo” concebida a modo de capilla introspectiva consagrada a la fugacidad de la belleza y a la vanidad. Un espacio opresivo presidido por una proyección que nos recuerda a las danzas de la muerte de época medieval, acompañada por el latido de medio centenar de relojes que, camuflados en las paredes nos recuerdan la finitud de la belleza y de la propia vida. Este espeacio se corona con una vorágine de indumentarias retorcidas evocando las rupturas de cielo manieristas y barrocas.

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