El escritor catalán Quim Monzó en su libro No plantaré cap arbre, incluye un interesante artículo de 1992 titulado El método Auerbach que os traduzco del catalán:
Frank Auerbach es un pintor inglés, de 62 años, conocido desde hace décadas en el mundo entero y que, por cada cuadro, saca unas cuantas decenas de millones de pesetas. Anthony Auerbach es un chico de 26 años, también pintor, pero poco conocido. Justo acaba de inaugurar su primera exposición individual y la tarifa de sus cuadros oscila solo entre las 100.000 y 200.000 pesetas.
Alertada por esta primera exposición individual, una revista de artes plásticas, The Art Newspaper, ha descubierto que los dibujos del joven Auerbach se parecen mucho a los del viejo Auerbach. ¿Lo hace deliberadamente, para aprovecharse de la coincidencia del apellido? Según algunos críticos, sí. El viejo Auerbach dibuja con carboncillo; el joven Auerbach también. Los dibujos del viejo Auerbach son básicamente lineas caóticas, retorcidas; las del joven Auerbach también. El viejo Auerbach se pasa meses hasta dar por acabado un cuadro; el joven Auerbach también. A menudo, el viejo Auerbach pinta sobre un collage de papeles; el joven Auerbach también. Delante del eterno dilema de qué título ponerle a cada cuadro, el viejo Auerbach decidió hace tiempo titular muchos simplemente con las iniciales del modelo; el joven Auerbach también.
La conclusión es que el joven Auerbach quiere que lo confundan con el otro. Cosa que nos situaría delante de un intento interesante de apropiación de personalidad. La lastima es que la efervescencia cultural esté últimamente bastante desbravada. Si no fuera así, la reflexión teórica que se podría extraer daría para quince artículos en revistas especializadas, tres o cuatro ensayos en forma de libro y un par de exposiciones (subvencionadas por alguna diputación o esponsorizadas por una compañía de seguros).
No se trata tan solo de un imitador, de un maestro estilo Elmyr d'Hory, que pintaba unos Matisses y unos Picassos preciosos. Se trata de un individuo que (por pura coincidencia; no están emparentados) tiene el mismo apellido que un pintor mundialmente conocido. Y que, puestos a pintar, pinta de manera similar al consagrado. Elmyr d'Hory tenia problemas con la justicia cuando firmaba "Picasso" o "Matisse" sus Picassos y Matisses. En cambio, no tenia cuando no los firmaba o los firmaba como "Elmyr d'Hory". Por eso el joven Auerbach tampoco puede tenerlos cuando firma sus cuadros con su apellido, Auerbach, aunque sean calcados a los del viejo Auerbach. Tiene todo el derecho.
Anthony Auerbach ha abierto un camino interesante, que puede servir de guía para muchos artistas en estado larval. Por poner un ejemplo al azar: tan solo en la guía telefónica de la ciudad de Barcelona hay listadas veinticinco personas con el apellido Tàpies. Por descontando, la primera (Antoni Tàpies, el incomparable maestro en persona) y tres o cuatro más (los familiares más próximos), nos encontramos con una veintena de personas que fácilmente podrían seguir el método Auerbach. Todos ellos, en caso que les diera por pintar cuadros parecidos a los de Tàpies, tendrían derecho de firmarlos "Tàpies". Contribuiríamos así a animar un poco el mundillo del arte. Que, quizás por los mandarinatos, quizás por la recesión, quizás porque el embaucamiento ya no da para más, estos últimos tiempos se nos muestra aburridísimo, francamente.
La conclusión es que el joven Auerbach quiere que lo confundan con el otro. Cosa que nos situaría delante de un intento interesante de apropiación de personalidad. La lastima es que la efervescencia cultural esté últimamente bastante desbravada. Si no fuera así, la reflexión teórica que se podría extraer daría para quince artículos en revistas especializadas, tres o cuatro ensayos en forma de libro y un par de exposiciones (subvencionadas por alguna diputación o esponsorizadas por una compañía de seguros).
No se trata tan solo de un imitador, de un maestro estilo Elmyr d'Hory, que pintaba unos Matisses y unos Picassos preciosos. Se trata de un individuo que (por pura coincidencia; no están emparentados) tiene el mismo apellido que un pintor mundialmente conocido. Y que, puestos a pintar, pinta de manera similar al consagrado. Elmyr d'Hory tenia problemas con la justicia cuando firmaba "Picasso" o "Matisse" sus Picassos y Matisses. En cambio, no tenia cuando no los firmaba o los firmaba como "Elmyr d'Hory". Por eso el joven Auerbach tampoco puede tenerlos cuando firma sus cuadros con su apellido, Auerbach, aunque sean calcados a los del viejo Auerbach. Tiene todo el derecho.
Anthony Auerbach ha abierto un camino interesante, que puede servir de guía para muchos artistas en estado larval. Por poner un ejemplo al azar: tan solo en la guía telefónica de la ciudad de Barcelona hay listadas veinticinco personas con el apellido Tàpies. Por descontando, la primera (Antoni Tàpies, el incomparable maestro en persona) y tres o cuatro más (los familiares más próximos), nos encontramos con una veintena de personas que fácilmente podrían seguir el método Auerbach. Todos ellos, en caso que les diera por pintar cuadros parecidos a los de Tàpies, tendrían derecho de firmarlos "Tàpies". Contribuiríamos así a animar un poco el mundillo del arte. Que, quizás por los mandarinatos, quizás por la recesión, quizás porque el embaucamiento ya no da para más, estos últimos tiempos se nos muestra aburridísimo, francamente.
3 comentarios :
Mi estimada Pilar, muy bueno tu trabajo en este blog amiga, te felicito cordialmente y te aseguro que estare por aca disfrutando de tus buenos articulos. Un cariñoso abrazo desde Venezuela mi estimada amiga
Muy divertido e irónico texto, gracias por acercarlo a nosotros.
Marvilla
@ Nelson, gracias por visitar mi blog, saludos desde España.
@ Marvilla, gracias por tu comentario.
Pilar
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